A principios de año al entrar al taller de expresión gráfica tenía el sentimiento de tener que estar constantemente creando, lo cual significo una gama de ejercicios que sin embargo muchas veces no entendía el fundamento final, posteriormente con la llegada del segundo semestre me vi abrumada por una nueva dinámica en la cual si bien constantemente semana a semana se nos pedía algo, esta vez podía entender el fundamento, la charlas filosóficas y las clases nos estimulaban y guiaban a una creación reflexiva, sin embargo estas clases claramente no iban unilateralmente guiadas a la mera creación artística sino a una reflexión interna: es decir, una invitación a actuar en conciencia, ser consciente de la luz, ser consciente de la sombra, del espacio físico expandido en todo su esplendor universal, espacios para dimensionar el camino recorrido y el camino por recorrer, jornadas para expresarse artísticamente, no solo con pinceles sino que con música e incluso con el silencio, jornadas que aún mas importante incitaban la comunicación y el dialogo, lo cual en variadas ocasiones género en mi un cambio de perspectiva y valiosas lecciones de cómo los demás interpretan la realidad, jornadas en las cuales la reflexión se mezcla con el dialogo generando inevitablemente un cambio en nosotros mismos y en los demás.
Podría definir este taller con la siguiente frase: aprender de los otros y que estos aprendan de una, un ciclo de intercambio ideológico.